miércoles, 26 de agosto de 2009

Educación pública

JUAN ALCALÁ


Es una lástima ver lo que sucede con la educación pública en México. El deterioro de las instituciones educativas por el manejo corporativo de las decisiones, las dificultades a las que se ven sometidos muchos de los profesores en su lucha por la sobrevivencia cotidiana, así como la baja calidad en la preparación docente, son un inminente freno estructural al futuro del país.

La educación es el principal motor del desarrollo de un pueblo. Especialmente, en un entorno global donde un mayor número de países se encuentran evolucionando hacia “sociedades del conocimiento”, a través de las cuales construyen su especialización, adecuándose a las oportunidades que brindan un ambiente más integrado comercial y tecnológicamente.

La competitividad se presenta con base en la preparación de los ciudadanos, así como a las potencialidades que éstos desarrollen. En gran medida, la ausencia de ciudadanos preparados disminuye también las oportunidades de empleo.

En nuestro país, el rezago estructural que tenemos en términos educativos es uno de los principales lastres del desarrollo. Las alianzas pragmáticas o de corto plazo entre las estructuras corporativas de la educación y el gobierno federal difícilmente son el atenuante para enfrentar este gran problema.

Dentro del universo de la educación básica, no he encontrado un dato exacto sobre el número de docentes que trabajan en toda la geografía mexicana; sin embargo, es de suponer que la mayor parte de éstos se encuentran afiliados al SNTE.

Esta estructura corporativa, que según algunos cálculos rebasa el millón 200 mil afiliados, es un pesado aparato que equivale a la nómina mayor que se eroga del presupuesto de egresos de la federación y de los estados.

El sistema educativo mexicano es de muy alta complejidad. Tanto su peso estructural, como su costo de manutención, incluyendo el corporativismo sindical, dificultan el acceso a un cambio de fondo que permita incrementar la calidad educativa y hacerla competitiva para propiciar mayores oportunidades de desarrollo social.

La prueba de este atraso fue evidente en los dramáticos resultados que arrojó el Examen Nacional de Conocimientos y Habilidades Docentes, el cual tomaron miles de maestros de todo el país, para poder obtener una de las 24 mil plazas que se abrieron a nivel nacional para su contratación.

De los casi 124 mil educadores que tomaron el examen, solamente el 25 por ciento, es decir 31 mil de ellos, fueron catalogados como “aceptables”, según declaró el secretario de Educación, Alonso Lujambio. Más del 75 por ciento de quienes tomaron la prueba, no reunieron los conocimientos indispensables para lograr un resultado favorable, poniendo en evidencia el bajo perfil de quienes son los responsables de formar a los futuros ciudadanos.

Un pueblo que no es educado a estas alturas deja de ser competitivo por las condiciones que los tiempos exigen. Las sociedades del conocimiento son clave para que un país pueda producir conectividad y valor agregado necesarios para generar bienestar.

En nuestro caso, las políticas de desarrollo de la educación siempre pasan por el tamiz de una elite que privilegia esquemas de interés político sobre los genuinamente educativos.

Esto ha puesto en dificultad la misma capacidad de los docentes, específicamente en términos de educación básica, de actualizarse y responder eficazmente a la preparación de los niños y jóvenes que emerjan como la futura fuerza productiva del país.

El gran esfuerzo que hacen los maestros, es decir, muchas horas de trabajo, la tensión de lidiar con grupos mayores a los 60 o 70 alumnos por aula en muchos de los casos, la deficiente infraestructura y la baja remuneración salarial, ciertamente son indicadores que deben replantearse, ya que una baja calidad de vida y pocas oportunidades para los profesores redunda necesariamente en la deficiente calidad de la educación que imparten.

La educación debe ser el resultado deliberado y planeado de una estrategia de Estado. El enfoque debe pensarse en proyectos de largo alcance, y contenidos que reflejen un cúmulo de conocimientos que fomenten la libertad y la oportunidad ante un mundo más competitivo.

Existen casos de países emergentes como Brasil o la India, donde se privilegia el conocimiento que se adapta a su idiosincrasia para integrar a la población a un mundo global, potenciando las habilidades mucho más allá del conocimiento del inglés y la computación que tanto ha sonado en el discurso político nacional como la panacea del problema estructural de la educación en México.

En un momento en que la tecnología acerca a las personas, donde los negocios se hacen vía electrónica y en el que pareciera que existen muchas mayores oportunidades para llevar el conocimiento a los millones de niños y jóvenes, pareciera que todavía estamos varias décadas atrasados en términos de la impartición de la educación pública básica.

El problema de fondo es mucho más grave de lo que pareciera. El daño social generado por un esquema educativo ineficiente, implica la pérdida de oportunidades para varias generaciones que egresan de las aulas públicas desde la educación básica.

El problema va mucho más allá de que si la señora Gordillo se equivoca en sus discursos o no. El problema fundamental es si su estructura es capaz de motivar un cambio real que proyecte en positivo la educación en México.

cicero.senator@gmail.com

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