martes, 11 de noviembre de 2008

El enemigo no es la droga

11 de Noviembre de 2008.


Ayer iba en el camión que me llevaba hacia mi lugar de trabajo, y lo hacía leyendo Público. Mi mente me llamó la atención en una parte del artículo que el señor Omar Sánchez escribió sobre una entrevista, la última que dio, dice él, el ya fallecido ex titular de la SIEDO, José Luis Santiago Vasconcelos (“La mala estrategia con Fox y Zedillo multiplicó el narco”, sección México, 10 de noviembre).

La parte de la entrevista a la que me refiero, lo pongo textualmente para centrar mi comentario en ella, dice: “Está en juego la libertad de nuestros jóvenes, está en juego la libertad de todos nosotros”.

¿De qué libertad habla? Creo que la conclusión de este señor, uno de los responsables del gobierno en ayudar a acabar con el problema de las drogas y de su tráfico, distribución y venta —y de muchos otros “responsables” en México— está totalmente desviada de la verdad, y seguimos tirando palos de ciego contra el monstruo, sin atinarle. Qué lástima que se invierta tanto dinero, vidas, tiempo, en querer acabar con los efectos y no nos dediquemos realmente en espíritu y en verdad a rescatar a nuestros jóvenes, no de las drogas: ese no es el enemigo. El verdadero enemigo está en la mente y en el corazón de nuestros jóvenes, enemigo que nosotros los padres, maestros, religiosos, autoridades de gobierno, medios de comunicación nos hemos dedicado a construir lenta e inexorablemente.

¿De qué libertad hablaba Vasconcelos? ¿En verdad creen ustedes que un joven de 18 años que se encuentra en un antro y que se encuentra ante la disyuntiva de comprar o no un poco de droga lo hace en completo uso de su libertad? Pregúntense cada uno de los responsables de la educación de dicho joven, ¿nuestros hijos tienen la educación y las armas morales o psicológicas que necesitan para resistir a las drogas? Pregúntense, ¿tienen el carácter formado para saber y reconocer qué es lo que le hace daño o no y rechazarlo libremente? ¿Ese joven tiene el “ejemplo” de sus mayores y en consecuencia resistir la tentación y rechazar el camino fácil para solucionar “sus problemas”?

Si quieren un examen difícil, pregúntense ¿qué hemos hecho para que ese joven tenga tantos problemas a los que no encuentra solución ni en la casa, ni en la escuela, ni en la Iglesia, ni de sus autoridades, ni de su gobierno? ¿De verdad creen que haciendo leyes, capacitando policías, comprando armas vamos a lograr castigar a los que se “atreven a hacerle tanto daño a nuestra juventud”? ¿Vamos a acabar con el problema?

La droga la compran nuestros jóvenes, nuestros hijos, esa es una verdad de Perogrullo, y la mayoría de los consumidores provienen de familias católicas. No nos hagamos, no busquemos al enemigo en los antros, saquémoslo de nuestras casas, de nuestros corazones, no necesitamos balas, necesitamos cambiar nuestras vidas.

Si creemos que no somos parte del problema nunca vamos a descubrir que somos parte de la solución. Los responsables de que tengamos un mundo sin violencia, sin drogas, sin corrupción no quieren ver que la solución la tienen muy cerca de su casa, de su iglesia, de su oficina, de su curul, y tiene que ver con cada uno de nosotros. Mientras no eduquemos con el ejemplo, mientras no seamos congruentes en nuestras vidas, mientras no tengamos familias que hagan de su casa un templo a la solidaridad, a la comprensión y al amor seguiremos creando clientes de droga y de violencia.

Porfirio Lamas López

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