domingo, 23 de noviembre de 2008

Los piojos pasaron la barrera de la lucha de clases

De Público de hoy.

Hay un brote, según directores y padres de familia de varias escuelas privadas de la ciudad; Salud lo niega todo; papás asqueados se resisten a creerlo.

Guadalajara.- Nadie se imaginó el gran poder democratizador y didáctico que tendría el piojo en Guadalajara. El descubrimiento ocurrió en 2008: el piojo está en la cabeza de todos.

No significa que la gente le tema menos, sino que lo conoce más o por lo menos que ya lo conoce. Ahora los tapatíos de la clase media para arriba saben que, con sus tres milímetros de longitud, el piojo es tremendo. En los últimos meses, provocó la suspensión de clases en varias escuelas particulares de la zona metropolitana, episodios de histeria familiar, el alza en la venta de productos exterminadores del insecto e irritaciones en los más distinguidos cueros cabelludos.

En estos días, los mitos entre pediatras y madres de familia son la norma. Se afirma que el Pediculus humanus que azota a los niños de colegio no es mexicano, sino todo un mestizaje. Una mutación. Que lo importaron las alumnas de una de las escuelas más exclusivas de Guadalajara, después de unas vacaciones por el Viejo Continente, así que los parásitos euromex vienen a ser de caché. Se dice que son mutantes y se hicieron resistentes a los champús, las lociones y hasta a los peines piojeros.

En los registros de la Secretaría de Salud de Jalisco (SSJ) no hay novedades —lo cual no es novedad en sí mismo—: son los mismos piojos de siempre, afirma la coordinadora del programa del Departamento de Vectores y Zoonosis, Josefina Figueroa Solano. La pediculosis (o la ciencia de tener piojos) “ocurre durante todo el año, pero a veces hay escuelas que coinciden”, dice la servidora pública, quien niega un brote y reniega de que se le llame tan feo a unos cuantos Pediculus humanus, cuyo protagonismo excesivo atribuye a los medios.

Los afectados piensan distinto. La directora de una escuela de la zona Minerva relata que su aventura incluye la contratación de una médica, por lo menos una espulgada semanal a toda la comunidad y la dotación de dosis de medicamento homeopático.

Ni así ha parado el problema. De nueve grupos, en cuatro se han debido suspender las clases por varios días, con el aval de la Secretaría de Educación Jalisco, pues la mitad de los niños tenía piojos. El colmo fue un salón en el que catorce de 24 cabezas estaban infectadas.

Brote, según la Norma Oficial Mexicana 001-SSA2-1999 para la vigilancia, prevención y control de enfermedades transmitidas por vector es: “Ocurrencia de dos o más casos asociados entre sí, y en un número superior al esperado”.

La coordinadora de Vectores y Zoonosis admite que “esa” escuela tuvo una plaga de piojos, lo cual no significa que el mal está generalizado. La coordinadora de Vectores y Zoonosis calla cuando sabe que “esa” escuela no es la misma que las otras tres en las que este periódico realizó entrevistas y donde también hay plaga de piojos.

La siguiente pregunta es si la SSJ no tendría que preocuparse de la posibilidad de que los artrópodos causen otros males, como el tifo, que en los campos de concentración de Auschwitz compitió con los alemanes en el exterminio de judíos. “El piojo no causa ninguna enfermedad”, a no ser la comezón y la posibilidad de infecciones cutáneas por rascarse la cabeza con las uñas sucias, responde.

Después, la Internet revela que, en enero de 2006, un grupo de médicos del Hospital Civil de Guadalajara publicó en la revista de la Asociación Mexicana de Infectología y Microbiología Clínica el hallazgo de un caso de tifo en un niño que vive en una población azotada por los piojos, en Los Altos de Jalisco.

En mayo de ese año, el boletín epidemiológico de la Secretaría de Salud de Morelos publicó el artículo: “En riesgo, reemergencia del tifo epidémico en México”, en la que explica que la causante de la enfermedad, la bacteria intracelular Rickettsia prowasekii, se transmite a través de la caca del piojo: “Hasta la primera mitad del siglo XX, el tifo epidémico constituía un problema prioritario de salud pública en México, dentro de las primeras 20 causas de muerte, con una amplia distribución en el territorio nacional y elevada letalidad”.

Pero en Guadalajara no ocurre nada. O por lo menos las autoridades responsables y algunos padres de familia están seguros que la epidemia de piojos y el chupacabras son productos de los mismos medios de comunicación amarillistas y la misma psicosis colectiva.

Una de las incrédulas se queja de que a su hija le detectaron piojos durante una revisión general en el colegio. Como a ella le dio horror espulgar a la pequeña, la llevó al estilista familiar, quien sólo encontró una cabeza reseca y un cabello con las puntas abiertas, males que ambos atribuyeron al estrés y que se arreglaron con despunte y tratamiento. La mujer le prohibió a las autoridades escolares que toquen otra vez la cabeza de su heredera: “Me la angustian”.

El problema real está en la negación, opina la directora de una escuela particular del poniente de la urbe, quien, por si las dudas —literal—, ha optado por depositar los Pediculus vivos de sus alumnos en una bolsa de plástico transparente, que descansa en un cajón de la recepción del plantel. La pedagoga afirma que desde que comenzó su carrera, en 1974, jamás se había enfrentado a algo parecido a la colección del horror que hoy acuña.

Incluso con las pruebas vivientes, los tutores de por lo menos diez niños y niñas del colegio no aceptaron que los piojos de la bolsa habían salido de las cabezas de sus hijos. “Me dicen: ‘Es que ya la revisó la muchacha’, o: ‘La sirvienta de mi mamá es de rancho y no encontró nada’. Cuando yo les pregunto: ‘¿Y tú no espulgaste a tu hijo?’, me contestan ‘¡No! ¡Cómo crees!’”.

En el otro extremo están muchos de los que sí creen en el brote. Flor es de ese grupo y su problema, admite, se llama obsesión. Su hija es una de las pocas ilesas del salón donde catorce de 24 se empiojaron. Razonamientos de madre: si la mayoría en el salón tiene piojos, ¿cómo mi hija no? Si mi hija está contagiada, ¿cómo no va a estar igual su hermanita? La respuesta a su lógica fue el gasto de 700 pesos en la loción y el champú antipiojos para toda la familia. ¿El resultado? Una irritación cutánea molesta, pero inofensiva en comparación con la comezón psicológica.

Eso sí: antes de usar una gota de champú, Flor habló con su pediatra, quien le contó que los piojos han sido una consulta frecuente en su consultorio particular desde hace casi un año y le contó la historia de los Pediculus humanus mutantes.

Los que tienen más experiencia en el ramo de la espulgada se ríen de la versión de los piojos europeos y los mutantes.

Un boletín de la Sociedad Mexicana de Dermatología, publicado en distintos medios impresos y de Internet, advierte que cada quince años se presenta una infección nacional de piojos “y desde octubre de 2007 hay una epidemia en nuestro país”. Según esa fuente, “pese a los mitos de la mayoría de los mexicanos, la pediculosis no es una cuestión de higiene deficiente, sino que se contagia por el contacto entre personas en lugares cerrados como escuelas, centros de trabajo, familias, reclusorios y hospitales”.

Con una experiencia de más de 30 años en los piojos de las escuelas públicas rurales y del oriente de la ciudad, la profesora Lucía Aguilar niega con la cabeza cuando se le pregunta si cree la teoría de los piojos euromex: “Lo que creo es que, cuando uno de mis alumnos se rasca la cabeza, inmediatamente lo reviso yo o lo revisa su madre: estamos acostumbradas. En cambio, la gente de los colegios vivía con el mito de que los piojos son de los pobres o de los sucios. Con esa idea, no puso atención cuando vio que sus hijos se rascaban y se dejó crecer el problema; lejos de aceptarlo, ahora se empeñan en que sus piojos son elegantes”.

La profesora Lucía invita a ver a la cabeza de Victoria, una muchacha indigente que barre las calles de la Lindavista, en Tlaquepaque. No tiene piojos. Ya lo dijo Flor, que tampoco tiene, pero gastó 700 pesos de puro terror: “Ahora resulta que ésta es una enfermedad para ricos”.

El enemigo
El Pediculus humanus mide tres milímetros. Posee piezas bucales para chupar sangre y una garra en cada pata para aferrarse al cabello

La hembra pone huevos blancos o liendres, que fija con una sustancia pegajosa al pelo, sobre todo en la nuca y detrás de las orejas. Los huevos eclosionan en una semana

Para evitar el contagio, se recomienda no compartir peines, gorras, toallas, donas ni peinetas y acudir al lugar de riesgo con el cabello recogido

Si el mal ocurrió, evite rascarse y pegarse a otros, hasta que el problema se haya resuelto

No use insecticida, petróleo ni alcohol, sino champús especiales; hay quienes después del baño se dan un enjuague de vinagre blanco como repelente

Fuentes: Encarta, Sociedad Mexicana de Dermatología, SSJ

El botiquín piojero

En las farmacias conocen el kit. Afirman que han aumentado las ventas. Sugieren hacer pedidos con anticipación. Comentan: “Ya llegó otra piojosa”

De la Alopatía

Novo Herklin (permetrina)

Champú: 103 pesos

Loción (que se debe añadir si la infección es grave): 83 pesos

Lo bueno: es rápido y eficaz

Lo malo: su precio no es asequible para todos

Ivexterm tabletas

(ivermectina)

107 pesos

Lo bueno: es eficaz y rápido

Lo malo: lo debe prescribir un médico, lo cual eleva su costo. No debe usarse en niños con menos de quince kilogramos de peso

PiojoMex champú

33 pesos (cloruro de sodio, acido cítrico, metilcloroisotialidona, metilisotialidona, pinemul, cocoamida propil betaína…)

Lo bueno: es barato, incluye peine piojero, y es una pequeña empresa tapatía

Lo malo: se debe aplicar dos veces al día, durante tres días

DEL NATURISMO

Champú de Neem

95 pesos

Lo bueno: no irrita el cuero cabelludo

Lo malo: no garantiza su resultado

Enjuague de vinagre blanco (repelente)

6 pesos

Lo bueno: es barato

Lo malo: no tiene garantía, despide un olor ácido, reseca el cuero cabelludo

Peine piojero

Entre 5 y 10 pesos

Lo bueno: su costo y efectividad

Lo malo: el trabajo lleva más tiempo. Sólo se consigue en algunas farmacias del oriente de la ciudad y tiendas de cepillos.

Vanesa Robles

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