lunes, 25 de mayo de 2009

Abstenerse está de moda

JUAN ALCALÁ


Sigue la discusión sobre anular el voto o abstenerse de votar. Esta argumentación contra los políticos se está convirtiendo en una moda de esas que solamente tienen duración sobre el proceso electoral, pero que casi siempre dejan a su paso consecuencias desastrosas por la división social que generan.

El fondo de esta postura considero que tiene que ver más con llamar la atención que con un fin determinado. En una democracia como la nuestra, la libertad de expresión es un derecho fundamental aunque no siempre se tenga la razón. El beneficio de no votar es menor en relación con el daño que se le hace a través de la abstención a la de por sí endeble democracia que tenemos.

El rechazo a los políticos es un tema tan viejo como la política misma. La protesta históricamente ha funcionado con base en la acción y no a la omisión. El dejar pasar los acontecimientos sin ejercer los principales derechos ciudadanos, es un antecedente para que se cultive el autoritarismo por parte de los gobiernos y la ciudadanía valga cada vez menos.

Por más que busco un camino para justificar el participar del “no voto” y quedarme fuera de la decisión de elegir a quienes representarán al gobierno durante los próximos tres años, no lo encuentro.

No cabe duda que la situación inédita que estamos viviendo en el país deja mucho que desear y todos tenemos una causa que defender. Sin excepción, todos hemos sido afectados en mayor o menor medida por alguna decisión de gobierno, desde las más simples hasta las más complejas. Pero dejar pasar, no creo que sea la vía.

Los gobiernos que tenemos han sido legítimamente electos por el pueblo, y en algunos casos, como el de 2006 en Jalisco, con mucha participación del electorado. En esa elección votó aproximadamente 61 por ciento de los electores, lo que si bien no es óptimo, dejó muy reducido el promedio de abstención comparado con otras elecciones que cuando mucho, rozan la mitad del porcentaje de participación ciudadana.

En la elección de gobernador de 2006, los votos nulos no llegaron siquiera a 2 por ciento de la votación. En 2003, que fue un proceso electoral parecido al que se llevará a cabo este próximo 5 de julio, el porcentaje de votos nulos en la elección de munícipes también fue de alrededor de 2 por ciento, de un total de participación de 54 por ciento de los electores registrados.

El voto nulo se presenta especialmente por dos motivos según el Código Electoral del Estado (artículo 329, párrafo 2), el primero se presenta cuando el elector ingresa a la urna la boleta en blanco, y el segundo cuando el elector marca dos o más cuadros de los que corresponden a cada uno de los partidos políticos.

La nulificación del voto, más que una protesta, para efectos de cómputo, está considerado como un error del elector al momento de votar. En este caso, su eficiencia en el reclamo a los partidos políticos y sus candidatos es igualmente nula.

De acuerdo con lo que argumentan los grupos contra el voto, las autoridades que se elijen tendrán mayor conciencia si ven un gran movimiento de rechazo a partir de la anulación del sufragio. Esto se puede considerar muy inocente si se toma en cuenta que, no estando establecido en la ley que las boletas contengan un voto en blanco, como es el caso de Colombia, la posibilidad de contabilizar cuáles votos anulados son intencionales, es completamente imposible.

Peor aún, en países como Argentina, donde existe una ciudadanía mucho más politizada, el movimiento de anulación del voto se presentó como parte de un movimiento amplio de rechazo a las políticas económicas de Fernando de la Rúa que llevaron al país a una crisis económica sin precedentes. Hay que recordar que esta crisis llevó a los argentinos a no poder disponer de su dinero al ser víctimas del llamado “corralito”, una medida para controlar el circulante de dinero que hizo pobres a los ricos y más pobres a los pobres de aquel país. Aún en este escenario de crisis, los porcentajes de anulación de votos no llegó más allá de 3 por ciento.

Una baja participación electoral tiende a acrecentar la brecha entre los gobernantes y los ciudadanos. Cuando la democracia falla, el ciudadano queda marginado de las decisiones y los intereses del gobierno tienden a alejarse de la misma sociedad, dejando instituciones que solamente ven por unos cuantos.

Considero que el ciudadano debe ser demandante, organizarse y promover acciones para integrarse a la vida pública. Es una prerrogativa el salir a votar, así como uno de los derechos fundamentales que otorga la constitución.

Más que los ciudadanos contra el voto, son los partidos quienes tienen que dar la batalla para generar el interés suficiente de participación a su favor. En caso de haber altos márgenes de abstención, solamente se beneficiarían aquellos partidos que tienen un “voto duro” focalizado, dejando a las opciones alternativas, como son los llamados “partidos pequeños”, sin posibilidades de continuar haciendo un esfuerzo por construir lugares distintos en la política local.

Es todavía pronto para decidir por quién, pero sí necesario tener claro que el voto es una parte importante para lograr una mejor democracia. Abstenerse está de moda. Callar es una opción que deja al ciudadano fuera de las decisiones; sin embargo, votar es la opción para que el ciudadano haga valer sus decisiones.


cicero.senator@gmail.com

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