sábado, 17 de enero de 2009

La causa de los alteños

Parlamento de Colonias


Foto: Habitantes de Temacapulín, en reunión con el presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Imagen de archivo
Lupa
Habitantes de Temacapulín, en reunión con el presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Imagen de archivo Foto:ARTURO CAMPOS CEDILLO

Nacer en un terruño provee de identidad comunitaria y sentido de pertenencia a la matria antes que a la patria; el notable historiador don Luis González y González propone el método de la microhistoria para entender el complejo pluricultural de México. La historia matria o microhistoria es la menos ciencia y la más humana de las ciencias del hombre, aspira más que al saber, al conocer sobre la gente humilde y la vida cotidiana, interesada por el sentido que le dieron los pobladores a la fundación de su patria chica.

Así, el terruño debe ser entendido como un espacio geosocial de entrañables relaciones, más sanguíneas y emotivas que económicas. Lazos familiares que expresan sentimientos profundamente humanos y de amor a la tierra donde se nace, esto es de imprescindible valor para afianzar el sentido de identidad y soberanía nacional. Así lo dijo el forjador de investigadores y precursor de la historia regional, refiriéndose de los emigrantes a los “Yunaites” como desterrados de su matria y de su patria, que en ellos prevalece “…el deseo de volver al regazo maternal de la tierra propia, ya para morir allí o ya para hacerla florecer de nuevo”.

Apropiadas palabras para Temacapulín y Palmarejo en el municipio de Cañadas de Obregón y Acasico, perteneciente a Mexticacán, que se han convertido en terruños ya emblemáticos por la resistencia y oposición de sus habitantes y emigrantes de alto fervor religioso y solidario en tiempos de conflicto, frente al autoritarismo de un gobierno que amenaza con inundar sus poblaciones con un proyecto inviable e insustentable de presa que abarca 3 mil 800 hectáreas y con una vida útil de 25 años.

Es imperdonable que se atente a un patrimonio histórico de más de diez siglos, en el caso de Temacapollin o Temacapuli, que es de origen prehispánico, cuya colonización española nos sitúa por el año de 1530, así se explica la antigüedad de su Basílica de Nuestra Señora de los Remedios, que inicia su construcción en 1735.

Con todo lo que significa para la región alteña la belleza de sus fincas antiguas y paisaje natural, el atractivo de sus aguas termales, la pujanza de la labor agrícola y ganadera, las remesas invertidas, entre otras actividades productivas, los jaliscienses bien nacidos no debemos permitir que intereses que atañen a funcionarios federales y en complacencia de algunos locales, a costa de dotar más agua a Guanajuato, se sacrifiquen valiosas poblaciones y tierras productivas de Jalisco. Es lamentable que los tecnócratas del agua, inhumanos por antonomasia, sólo vean como números a las personas y no como seres con valores, principios e identidad histórica.

De persistir y violentar con fuerza pública el desalojo e inundación, el Estado mexicano estaría cometiendo un grave error jurídico equiparable a un desplazamiento interno o forzado, esto se refiere a un fenómeno migratorio violento en el que muchos individuos y sus familias se ven obligados a abandonar sus tierras ancestrales o lugares habituales de residencia y de trabajo para asentarse de mala manera en otras regiones del mismo territorio nacional. Dice el Diccionario de Derechos Humanos, con prólogo de Baltasar Garzón, “…La causa principal del desplazamiento interno o forzado es la existencia de un conflicto armado regular o irregular que convierte a muchos civiles en apátridas dentro de sus propias patrias…”.

En Temacapulín, Acasico y Palmarejo, matrias que constituyen parte de la patria mexicana, por fortuna no es su situación la principal causa que define la figura jurídica en comento; sin embargo, la causa tiránica en que se impone un proyecto tecnócrata-burocrático de presa y perversidad con la que se han comportado funcionarios públicos federales y estatales, de cumplir con la amenaza a los habitantes –inundando sus terruños, forzando y violentando su voluntad– conlleva a una infracción del derecho internacional humanitario de acuerdo con convenios y protocolos de Ginebra, así como una violación al derecho penal internacional, bajo la forma de un crimen de lesa humanidad. Sería bueno entonces invitar a nuestros funcionarios a un curso de microhistoria y de ética.

Colaboración de Jaime Eloy Ruiz Barajas, profesor-investigador titular “B” de tiempo completo de la Universidad de Guadalajara; asesor del Parlamento de Colonias de la Zona Metropolitana de Guadalajara, AC; coordinador de Ciudadanos por el Medio Ambiente (ONG); miembro del Consejo Consultivo de Medio Ambiente para el Desarrollo Sustentable del Municipio de Guadalajara.

Responsable de la publicación: José Fernando Estrada Godínez, encargado de Comunicación Social del Parlamento de Colonias de la Zona Metropolitana. Correo electrónico: eg_fernando@hotmail.com, para recibir denuncias, comentarios y aportaciones.

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