jueves, 1 de enero de 2009

Textos y contextos

Parlamento de Colonias

Educación, urbanidad y calidad de vida

¿Le ha tocado vivir el o la cafre que le echa el automóvil encima de la forma más injustificada, los autos estacionados en lugar explícitamente prohibido, la ocupación de banquetas por automóviles cuyos propietarios utilizan como espacio privado, la agresión como respuesta a los reclamos, la tranquilidad con la que se viven las dobles y triples filas? ¿Ha sentido los típicos “cerrones”, el juniorismo de los arrancones a la hora y en el lugar que lo deseen quienes los realizan? ¿Y qué tal los camioneros con altos grados de toxicidad y peligro para cientos de ciudadanos de automóvil o a pie, todos los días? ¿Ha sufrido las pequeñas raterías a su automóvil, de principiantes en la escuela del hampa? ¿O los infaltables gandallas que se meten a las ineludibles filas de casi todo tiempo y lugar? ¿O las interminables bocinas de gaseras y vendedores de la más variada pinta que abusan del perifoneo sin quién les pueda decir ni pío, como cierta compañía que se anuncia con cuatro letras que empiezan con la última del abecedario?

Para ya no hablar de los vecinos desconsiderados que viven la calle como extensión de sus salas y entusiasmo, al transmitir y compartir melodías de insuperable alegría en días laborables y a exageradas horas de la madrugada. De propietarios con canes furibundos en las cocheras de sus casas, para susto de cada uno de los vecinos que pasan. O expertos en invadir los espacios ajenos. O que sin mayor miramiento tiran el agua, o riegan la basura, o sacan impunemente a sus perros para que se surren en las banquetas o jardines de los otros. O esos que llegan, se estacionan y pelean… a las tres de la mañana. O le empiezan a gritar a fulano o a mengana tan campantes, mientras el vecindario duerme. De ciudadanos que permiten indolentes se degrade el equipamiento urbano, si no es que ellos mismos lo perjudican. ¿Se ha dado cuenta que en estos renglones el Reglamento de Policía y Buen Gobierno en muchos casos es letra muerta, ya que los policías mismos o no lo conocen o no están dispuestos a hacerlo valer?

El denominador común del apretado recuento pareciera la anestesia de la consideración hacia los demás; la insensibilidad de lo que significa con-vivir, es decir, vivir juntos.

Con independencia de la peligrosidad que hoy representa caminar y transportarse en las calles de importantes capitales, por los niveles sin precedente de violencia a los que la delincuencia, organizada o no, nos está arrastrando, hay situaciones cotidianas que harían la vida más vivible y segura en fraccionamientos, colonias y barrios.

¿Urbanidad para qué? Para establecer un sistema mínimo de convencionalismos sociales que permitan una convivencialidad elementalmente humana. Igual que las señales de tráfico sirven para permitirnos caminar sin entorpecimientos o embotellamientos, tales códigos nos permitirían una calidad de vida diferente.

Ahora hay focos rojos en los sistemas educativos por los niveles de anomia social, es decir, de incapacidad para ser funcionales a las normas sociales. Lo mismo el famoso bullying (maltrato en el espacio escolar) que la indisciplina, la discriminación o la burla hacia lo diferente, la intolerancia, la baja capacidad de frustración y la naturalización de la violencia, igual que la propia ineptitud docente, están formando un explosivo coctel para la formación cívica y ética. Y eso, atizado por medios masivos que glorifican o facilitan todo lo anterior. En esas condiciones, la naturalización de las conductas antisociales que van en sentido contrario de la formación para el urbanismo y la ciudadanía, es previsible. La tarea en las familias y la escuela como complemento, ahora más que nunca se vuelve crucial para esa formación. Sin embargo, ¿cuántas familias y cuántas escuelas están renunciando a tan altas responsabilidades? En el Diagnóstico sobre la violencia en la educación media superior y las relaciones entre estudiantes y docentes para la promoción de los derechos humanos y las relaciones igualitarias (Cátedra Unesco de Derechos Humanos de la UNAM) se revela que 22 por ciento de los 2 mil 200 estudiantes de bachillerato encuestados, de los que se retomaron 800 testimonios, manifestaron ser víctimas de violencia intrafamiliar, mientras que 44 por ciento ha recibido algún tipo de maltrato en el ámbito escolar. http://www.jornada.unam.mx/2008/12/14/index.php?section=sociedad&article=037n2soc.

Esas cifras son para bachilleres, y no sólo ellos sino también l@s estudiantes de educación básica son víctimas pero también actores directos, ya que se ha comenzado a institucionalizar la violencia (no sólo la física, sino verbal y de otros tipos) como parte de su vida cotidiana.

Al azar, recojo un decálogo de un boletín vecinal: 1. Conoce a tus vecinos/2. Barre tu calle/3. No estaciones en un lugar prohibido tu auto/4. No toques música con alto volumen a altas horas de la noche/5. No hagas a otros lo que no quieras que te hagan/6. No tires basura en la calle/7. Levanta las heces de tu mascota/8. Cubre a tiempo tus cuotas de mantenimiento/9. No invadas áreas comunes/10. No cuelgues ropa fuera de tu casa o en la ventana.

Retengo el mandato 5 de este sencillo decálogo: “No hagas a otros lo que no quieres que te hagan”. Me parece que ahí hay una excelente brújula para convivencialidad. Y otras son, por supuesto, el respeto a las normas y el combate a la impunidad.

Últimamente pareciera que estamos llegando a un punto donde impera la ley del más fuerte y donde la sociedad desconfía y teme a sus autoridades. ¿Qué nos espera a los mexicanos que no podemos emigrar a otro un país seguro o subir las bardas y pagar “guaruras”?

El licenciado Gerardo López Maldonado, maestro en Ciencias Penales, plantea –basado en la Teoría de las ventanas rotas (Phillip Zimbardo, Universidad de Stanford, 1969)– una controvertida postura, por las implicaciones que guarda con la llamada tolerancia cero, que, sin embargo, al paso que vamos puede terminar convenciendo a muchas:

“Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen ‘pequeñas faltas’ (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves. Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: grafitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes. Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro”. Hasta aquí la cita.

Por todo lo anterior, mi posición es que la inversión más importante en el mediano y largo plazo es la educación y el robustecimiento de la formación cívica y ética. La cultura del respeto a la legalidad y la resolución pacífica de conflictos. ¿O de plano llegaremos al exceso de tener que recurrir a la autodefensa eficaz, como fehacientemente nos demuestra un pequeño y decidido grupo de pobladores chilenos de Hualpén (http://mx.youtube.com/watch?v=17uiDaz2A1Q), quienes sin burocracia y sin dineros externos resolvieron a su manera los problemas que les aquejaban?

Colaboración: Víctor Manuel Caamaño Cano, Universidad Pedagógica Nacional. Unidad 141, Guadalajara.

Responsable de la publicación: José Fernando Estrada Godínez, encargado de Comunicación Social del Parlamento de Colonias de la Zona Metropolitana. Correo para recibir aportaciones o denuncias: eg_fernand@hotmail.com.

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